Con cierto retraso achacable a viajes y virus, y respondiendo a la petición popular, ahí va la crónica del día de Txistus 2022. Ya se que Txistus-2022 no es una denominación elegante para el evento, pero así lo conoce el pueblo soberano.

Otra edición con novedades. No ganamos ni para sustos. En vez de asignarnos los vestuarios de toda la vida con los que tan familiarizados estamos, este año tocó escalar hasta el palomar del ayuntamiento donde parece haber surgido de la nada un levante de sospechosa legalidad. Seguro que no tiene licencia del ayuntamiento… Allí, en salas separadas como debe ser, nos fuimos posicionando. El que las paredes fueran de cristal tampoco ayudaba a generar la sensación de intimidad que se supone a un vestuario, pero en fin.

Siguiendo con las novedades, a Laida le dio por preguntar sobre canciones favoritas a cada uno. Da gusto ver que todavía queda gente con criterio, como Iñigo que se mantuvo firme en su elección, más solo que la una, o gente sincera como Pedro, que al votar por la que más esfuerzo le supuso aclaro que tampoco es que estuviera particularmente satisfecho del resultado. Ante que tuviéramos que votar la que menos nos gustaba (hubiera sido un puntazo) empezamos con las onomatopeyas de costumbre para ir calentando la voz.

Tras el ensayo con los compañeros txistularis donde lo más destacado fueron las voces de Peter tipo pastor indicando a algún despistado por dónde había que subir al escenario, nos lanzamos al Danena a degustar pinchos y bebidas como de costumbre. Echamos de menos a Félix que siempre da vidilla a este momento gastronómico, aunque creo que los del bar no tanto.

El momento de ponerse guapos para la actuación deparó otro de los momentos cumbre cuando Mikel nos mostró la corbata de recia personalidad y motivos musicales adornada con colores para sordos con la que se engalanó. Solo le hicieron sombra los pendientes de la presi, también de motivo musical y tamaño XXL (todavía no sé si eran sostenidos o becuadros).

En la presentación de las canciones al público Peter hizo gala de profesionalidad y sintetizó las profusas explicaciones que me consta que le pasó Laida a lo esencial. Así el público pudo saber que «Swinging Intrata» es alegre, que «Evening Rise» va de la naturaleza, «Ubi Caritas» de Dios y el amor y que el resto eran bonitas. Se volvió a trastabillar con el apellido de Laida. Creo que es la “y” final que se le atraganta. El año que viene probaría con “i”, a ver. Tras complicadas instrucciones sobre cuándo aplaudir y cuándo no que el público evidentemente no entendió, empezamos con la alegre Intrata. La primera en la frente: se supone que no había que aplaudir, pero allí que se lanzó una espontánea a aplaudir con un entusiasmo encomiable y arrastrando al resto del público ante la mirada de desaprobación y resignación de Peter. Era Itziar…

El arriesgado evento coreográfico del Evening Rise causó sensación. Menos a la señora que me tocó al lado. Cuando empezamos los tenores con la primera variación me miró como diciendo: ¿pero qué haces? ¿No ves que están cantando otra? A medida que iban entrando las otras voces me seguía mirando: ¿Ves la que has montado? Inútil! Solo se tranquilizó un poco cuando volvimos al unísono.

Luego vino el momento cumbre del día. Todos lo recordáis. A Mikel, por si su corbata no había lucido ya lo suficiente, supongo, le dio por improvisar y en vez de quedarse donde debía, le dio por escalar entre atriles, partituras e instrumentos hasta lo más alto del estrado. Todavía me resuena en los oídos el :”¿Pero a dónde va, a dónde va?” de Marijo, que venía detrás de mí. Por lo menos no tiró el atril del concertino-txistulari en el trayecto. Y allí que estuvo un rato esperando a que el resto le siguiéramos. Es una pena que no haya imágenes de la cara de Laida en ese momento.

Cuando bajó Mikel empezamos ya con el repertorio a capella que tan chulo nos salió. Quitando alguna descoordinación sobre cuándo aplaudir y cuando no, el resto transcurrió sin novedad.

La parte con txistus también sin novedad. El hecho de que en alguna parte dejaran de tocar es un detalle. Creo que se gana.

El bis con el Potxolodagonegarrez no me termina de convencer. Tengo que confesar que es una canción que me produce cierto desasosiego. No entiendo bien qué hace el pobre Potxolo, por qué llora, si tiene los mofletes a punto de reventar porque le han cascado, y por qué ese ritmo tan alegre con los la-la-las que no pega con la letra. Menos mal que no se entiende nada de lo que decimos.

A continuación vino la segunda parte del concierto donde Peter se explayó comunicando todos los eventos de la banda de Txistularis del próximo quinquenio al público indiferente.

El poteo pre-comida transcurrió sin novedad reseñable y la comida, igual. Alegre camaradería. Deberíamos quizás hacer un monográfico sobre manías gastronómicas de cada un@, que por lo que vi, por lo menos en nuestra mesa, da para bastante. La parte de cánticos populares en la línea habitual. Alguien me comentó que echó de menos la parte de rancheras que tanto éxito tenía en el pasado. Yo no tanto, la verdad.

Más poteo variado hasta llegar al mítico Burunda donde en seguida nos hicimos con la pista de baile. A destacar el baile de ritmo sincopado de raíces germano-africanas de Birte que causó furor entre la juventud del local.

Los más valientes nos quedamos a cenar algo por aquello de asentar el estómago. Como suele suceder a esas horas de la noche, profundizamos hasta niveles filosóficos en temas variados que iban surgiendo durante la animada conversación. Y así, compartiendo bocatas y virus, acabamos el día de Txistus 2022, pensando ya en los siguientes eventos!

Ranking de la jornada:

Premio al vestuario original: compartido entre Miren y Mikel por los pendientes y la corbata
Premio a la coreografía: Mikel. Por saber improvisar y salirse de lo establecido con gracia y salero
Primera bailarina: Birte
Premio al público: compartido entre la señora del Evening Rise que pese a todo se mantuvo en su sitio durante todo el concierto, e Itziar por su entusiasmo a destiempo
Premio Santo Job a la paciencia: Laida